domingo, 10 de junio de 2012

SI OS GUSTAN LAS HISTORIAS DE FANTASMAS...

He encontrado un blog con unos cuentos que me han gustado mucho:
http://eldragoncuentacuentos.blogspot.com

LA PROMESA


Stephan abrió los ojos, y aturdido, se fijó en un ave solitaria que pasaba por encima, muy alto, muy alto en un cielo infinitamente azul. Pensó que no recordaba haber visto jamás un cielo tan nítido, y, después de un momento en que se quedó observando cómo el pájaro se alejaba, empezó a pensar que tampoco recordaba qué había pasado, ni cómo había llegado hasta allí. Cerró de nuevo los ojos, cansado, y de pronto, una imagen invadió su mente. Era la cara de una hermosa joven de triste mirada que le sonreía. Conocía aquella mujer, sabía que le había hecho una promesa y que debía de cumplirla. No podía recordar su nombre, pero si sentía la necesidad imperiosa de volver a verla. Se incorporó con esfuerzo, sintiendo una sensación de plomo en sus piernas, y entonces pudo ver que se encontraba en una verde pradera salpicada por una multitud de flores. No podía distinguir bien de que flor se trataba, pero si veía con claridad el intenso color rojo que tenían. De pronto se sintió más ligero, y se levantó con una sola idea en su mente, encontrar a la mujer de su recuerdo y cumplir la promesa que le había hecho. Comenzó a caminar...
dejando atrás aquel campo más rojo que verde, llegó a un pueblo dónde no encontró a nadie. No sentía cansancio, ni hambre ni frío. En algún momento pensó que era extraño no ver a ninguna otra persona, pero eso le daba igual, su pensamiento volvía una y otra vez a la mujer que le sonreía. Vagó durante lo que a él le parecieron varios días, y por fin, entró a una pequeña ciudad que conocía. Miró los edificios y reconoció uno de ellos, en ese preciso instante un nombre de mujer regresó a su memoria. Penélope. Ella era la mujer de sonrisa triste que invadía su mente día y noche. Hacía ella se dirigían todos sus pensamientos. De pronto recordó una pequeña casita blanca al final de una calle llena de árboles de hermosas flores malvas. Buscó el lugar y se encontró con una pequeña casita blanca, y, aunque no era exactamente cómo la recordaba, algo en su interior le decía que su búsqueda estaba a punto de concluir. Volvió a mirar a ambos lados de la calle y volvió a sentirse extrañado de no ver a nadie, pero tuvo tiempo de pensar mucho en ello, ya que en ese preciso instante una joven mujer abrió la puerta de la casa, y salió de ella. Él la reconoció y la llamó, pero ella no lo vio y empezó a caminar a lo largo de la calle. En las manos llevaba un pequeño ramo de rosas blancas , e iba sumida en sus pensamientos. El la observó desde lejos y la siguió. Observó su pequeña figura, su elegante porte, y su lento caminar, con la mirada perdida, cómo sumida en un océano de tristeza. Caminaron varias calles hacia la salida del pueblo, y entonces ella llegó a un recinto, y abrió la verja que hacía de puerta. Él entró tras de ella y su visión se volvió borrosa, sólo veía con claridad a la mujer. Empezó a sentir una extraña sensación, una especie de miedo, pero siguió adelante. Entonces ella se arrodilló frente a lo que parecía una piedra, y depositó las flores encima de ella. Empezó a llorar en silencio, mientras Stephan se acercaba, y empezaba a distinguir con más claridad dónde se encontraba. Llegó al lado de Penélope, que no parecía percatarse de su presencia, y entonces se fijó en la piedra sobre la que ella había dejado las flores. Su nombre estaba escrito en ella. Su nombre sobre piedra. De pronto lo recordó todo, su mente se vio invadida de recuerdos. La bella Penélope, su boda unos días antes, ella llorosa cuando lo despidió en el tren , y la promesa que le había hecho y que lo había hecho volver: - Amor mío, no llores, éste no será el último beso que te dé. Aún he de volver a besarte. Te lo prometo. También recordó las bombas, los gritos de agonía, y el dolor ardiente que le atravesó el pecho cuándo cayó en aquel campo plagado de los cuerpos de sus compañeros muertos en combate. Comprendió en ese preciso instante que estaba allí, sólo para cumplir su promesa. Volver a besar a su mujer. Se inclinó hacia ella, que en ese momento levantó la mirada, y, entonces él depositó un suave beso en sus labios con el que expresaba todo el gran amor que sentía hacia ella, que cerró los ojos. Luego le susurró un al oído, con la esperanza que lo escuchara: - He vuelto para cumplir mi promesa. Siempre te amaré. Penélope llevaba días encerrada en casa, sumida en una profunda tristeza. Pero aquel día sintió que tenía que ir a hacer aquello que tanto temía. Se vistió y cogió las flores. Al salir de casa y durante todo el trayecto al cementerio tuvo la extraña sensación de que alguien la seguía, pero no vio a nadie en todo el camino, sólo a una señora a lo lejos. Llegó a la tumba de su amadísimo esposo y depositó el ramo de flores de su boda que, extrañamente, aún seguía fresco después de varias semanas. Tenía la sensación de que había alguien con ella, pero seguía sin ver a nadie. Miró la lápida y empezó a llorar en silencio, pero desconsoladamente. En ese momento, sintió una suave brisa a su lado y, le pareció oler el perfume que usaba su marido. Levantó la cabeza y la brisa que la envolvía levantó uno de los pétalos de las flores y en su vuelo, rozó los labios de Penélope. Ella cerró los ojos y sintió un beso. El último beso de su marido, el que le prometió que volvería a darle. Entonces pudo escuchar claramente unas suaves palabras en su oído, y supo que él estaba allí y que había venido a cumplir la promesa que le había hecho. Penélope, miró hacia el vacío lugar que ocupaba el espíritu de Stephan, y le respondió. Yo también te amaré siempre. Con unas leves sonrisas se miraron sin verse y se dijeron adiós.

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